El nivel moral e intelectual de nuestra clase política deja bastante que desear. Algunos personajes que deambulan entre despachos ministeriales no pueden ser más miserables. Es el caso de la Secretaria de Estado de Igualdad, Ángela Rodríguez Martínez, que se hace llamar Pam, y que ha publicado un vídeo en las redes sociales, en el que se la ve sonriente junto a unas adolescentes canturreando este estribillo: “qué pena me da, que pena me da, que la madre de Abascal no pudiera abortar”.
Estas niñatas, que canturrean tan divertidas, probablemente no sepan quién es Santiago Abascal. Ellas nunca fueron al colegio protegidas por un escolta. Sus familias nunca fueron acosadas por los radicales. Jamás han sido amenazadas de muerte. No tienen ni idea de lo que ha estado pasando en España hasta hace unos pocos años. Y de lo que, en cierto modo, sigue pasando. Son solo unas niñas tontas, a las que alguien ha dicho que canturreen el estribillo contra el tal Abascal, porque ese tío es un facha. Y ellas, las muy lelas, van y lo cantan. No perderemos ni un minuto más con esas pánfilas.
Pero lo de la Secretaria de Estado es diferente. La que se hace llamar Pam es miembro del gobierno de España, cobra un sueldo que le pagamos con nuestros impuestos, y ocupa un puesto para el que se supone que debería tener algo más que serrín en la cabeza. Pero no nos queda muy claro que sea así.
Ángela Rodríguez debería saber que Santiago Abascal creció viendo a su padre mirar los bajos del coche para comprobar que no hubiera una bomba que reventase a su familia. Siendo un niño de 9 años, ETA mató a su amigo Estanislao, que era el cartero del pueblo. Sus padres le tuvieron que contar que los terroristas habían intentado asesinar a tres generaciones de su familia. Pronto supo de las amenazas, de las dianas en la puerta de su casa, o de que apareciesen los caballos en la cuadra con pintadas de “Gora ETA” en el lomo. Les quemaron el negocio familiar con cócteles Molotov. Agredieron a sus parientes. Vieron cómo muchas víctimas inocentes eran asesinadas por unos criminales.
Pero, nunca se rindieron. El joven Santiago tuvo que acostumbrarse a llevar una pistola, por si un día venían a matarle. Pero jamás la utilizó. Prefirió seguir el camino de la política, como su padre, Santiago Abascal Escuza, que fue juntero en Álava, concejal en Amurrio y diputado en el Congreso.
El presidente de Vox, Santiago Abascal Conde, tal como hiciera su padre, ocupa un escaño en las Cortes, desde el que defiende un modelo de sociedad en la que no haya lugar para la violencia, en la que se encarcele a los asesinos, se detenga a los agresores, y se honre la memoria y la dignidad de las víctimas. Los que le llaman facha son aquellos que prefieren lo contrario, los que pactan con terroristas y golpistas, los que blanquean el pasado criminal de ETA, los que ponen en libertad a los violadores y otorgan beneficios penitenciarios a los asesinos.
El cántico del aborto de estas adolescentes es reprobable, prescindiendo de a quién vaya dirigido. No lo merece, ni una víctima de ETA, ni un político comprometido con la libertad, ni cualquier otra persona. Pero es que, en este caso, para colmo, se lo dedican a Santiago Abascal, a un diputado que sabe de sobra qué supone eso de que alguien desee su muerte. Lo ha visto de cerca. Lo ha sufrido en su propia familia.
Que unas niñatas tontas canturreen lo del aborto de su madre no es más que la demostración de la debilidad mental de aquellos que se dejan arrastrar y manipular. Pobrecillas. Allá ellas con su indigencia intelectual.
Pero lo de Pam es diferente. Ella sí sabe, perfectamente, lo que supone desear que la madre de Abascal hubiera abortado. Publicar ese video en las redes es su manera de reivindicar la eliminación de quienes no piensan como ella. Pam ya nos había demostrado su escasa talla moral al carcajearse de la excarcelación de violadores. Su frivolidad al autodefinirse como Secretaria de Estado del Gustirrinín. Y su soberbia al llamar “pesadas” a las feministas que critican la política de su ministerio. Pero lo que ahora nos ha demostrado es lo miserable que puede llegar a ser alguien.
¿De verdad queremos estar gobernados por gente así?
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