201 votos en contra, 53 a favor y 91 abstenciones. Con este resultado quedó desestimada ayer la moción de censura presentada por Vox, y defendida por Ramón Tamames, contra Pedro Sánchez. Era lo esperado. La iniciativa solo contó con el apoyo de los 52 parlamentarios de Vox y del diputado no adscrito de Ciudadanos, Pablo Cambronero. Los 88 del PP se abstuvieron, al igual que los diputados no adscritos procedentes de UPN, Carlos García Adanero y Sergio Sayas, y el parlamentario de Foro Asturias, Isidro Martínez Oblanca. Y todo el resto de la Cámara, el bloque Frankenstein que apoya al gobierno, votó en contra.
No hubo sorpresas. Se daba por hecho que la moción no tendría ninguna utilidad parlamentaria. Pero sirvió para otras cosas. Por un lado, para ratificar la soberbia de Pedro Sánchez, que fue capaz de estar hablando sin parar durante una hora y cuarenta minutos, en lo que debería haber sido una breve respuesta al candidato Tamames. Fue también el trampolín utilizado por Yolanda Díaz para lanzar su nueva plataforma política, de la que conocemos el nombre, “Sumar”, pero poco más, a pesar del tiempo que lleva la vicepresidenta amagando con convertirla en algo concreto.
Sirvió, asimismo, para que PSOE y Podemos pudieran escenificar su unidad, votando lo mismo, tras las graves fisuras que han sufrido en su gobierno de coalición a causa de la Ley del “sólo sí es sí” o la de Seguridad Ciudadana.
Al Partido Popular le fue de utilidad para mantenerse al margen del debate entre Vox y el gobierno, y adoptar una actitud indiferente, a pesar de que las constantes referencias de otros partidos le situaban, en todo momento, en su papel de líder de la oposición.
A las formaciones de la izquierda, el debate les permitió hacer lo que siempre hacen, agitar el espantajo de la extrema derecha, arrogándose esa superioridad moral que pretenden ostentar y que les permite determinar quién es demócrata y quién no.
Y a los ciudadanos, el debate nos sirvió para comprobar la lucidez y acierto de Ramón Tamames. Un ex comunista que transitó por el CDS de Suárez, que fue personaje fundamental de la Transición, y que ha tenido la valentía de aceptar el encargo de retratar al gobierno de Pedro Sánchez, desde la autoridad de sus conocimientos económicos, la independencia de su no adscripción a ningún partido, y la libertad para hablar que le otorga su avanzada edad. Y, si Pedro Sánchez pensó que, debido a su senectud, podría derrotarle por agotamiento con interminables discursos, se equivocó. El viejo profesor aguantó estoicamente, y, además, se permitió la licencia de interrumpirle para afearle esa estrategia, de intentar ganar por agotamiento. Aunque la presidenta del Congreso, Meritxell Batet, intentó acallarle, Tamames consiguió proponer una reforma en el reglamento de la cámara para tasar la duración de las intervenciones.
Así se resolvió el trámite de la moción de censura. Y hasta que no hubo terminado el debate, no se hizo pública la dimisión de la directora de la Guardia Civil, María Gámez, después de que su marido haya sido imputado en un caso de corrupción con fondos públicos. Juan Carlos Martínez, conocido por su apodo de “El Negro”, en los círculos de las chirigotas de carnaval, está siendo investigado por prevaricación administrativa, malversación y blanqueo de capitales. Hacía ya seis días que se sabía de esa imputación, pero Pedro Sánchez prefirió que nada se hiciera público hasta pasada la moción. Bastante tenía con las andanzas del Tito Berni, como para que le aireasen más casos de corrupción en plena censura.
María Gámez deja la dirección de la Guardia Civil entre el fuego cruzado de las acusaciones sobre su marido, relacionadas con el expolio de los ERE de Andalucía, y el escándalo de las obras en casas cuartel aireado por el Caso Mediador.
La sustituye en el cargo otra mujer, Mercedes González, hasta ahora delegada de gobierno en Madrid, cuyo nombre había sonado como candidata del PSOE a la alcaldía de la capital, responsabilidad que finalmente recayó en la ministra de Industria, Reyes Maroto, quien, por cierto, todavía no ha abandonado el gobierno para dedicarse a la campaña electoral.
En fin. La moción de censura ya ha pasado. Y ha servido, además de para otras cosas, para ocultar durante unos días un nuevo caso de corrupción que afecta a miembros del gobierno.
Pero sólo, durante unos días. Porque, tras la votación de ayer, todo parece volver a la normalidad.
